El señor Diego me pregunta que por qué a Chile. Yo le cuento pero él no deja de repetirme que tenga cuidado, que hay mucho ratero suelto. Que la democracia está muy bien pero que ahora, cuando detienen a un delincuente, no pasa ni una noche en prisión. Y que es una pena, la imagen del país que los viajeros pueden llevarse a casa.
Yo trato de entenderlo. Me parece que el señor Diego fue de los que en 1988 votó que sí. No obstante me limito a darle las gracias por sus consejos y le digo que no se preocupe. Que sólo llevo unos días en su país pero que tienen que robarme mucho para volver con mal sabor de boca.
Y a la pregunta ¿Y la alegría?. A la pregunta contesto que la alegría está en los ojos.
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