Hace tiempo que atesoro una nueva afición. En la cola del supermercado busco por el suelo las listas de la compra de los que ya han pasado por caja.
Me encanta observar la variedad de papeles o cartones en los que la gente las escribe. Las abreviaturas, los tachones, las faltas de ortografía. Las diferentes formas para referirse a un misma cosa.
Me imagino, entonces, a la persona que las escribe. Valoro, por los productos, si lleva o no una alimentación equilibrada, si tiene una mascota o si hay niños viviendo en casa. Pienso en si habrá olvidado algo y tendrá que volver mañana.
Esto, en el fondo, me produce mucha pena. Siempre aparecen tiradas por cualquier lugar, pisadas por otros compradores. La costumbre de desprendernos de lo que ya no sirve.
Por eso las recojo. Me las meto en el bolsillo y, cuando llego a casa, las tiro en la papelera.
Me encanta observar la variedad de papeles o cartones en los que la gente las escribe. Las abreviaturas, los tachones, las faltas de ortografía. Las diferentes formas para referirse a un misma cosa.
Me imagino, entonces, a la persona que las escribe. Valoro, por los productos, si lleva o no una alimentación equilibrada, si tiene una mascota o si hay niños viviendo en casa. Pienso en si habrá olvidado algo y tendrá que volver mañana.
Esto, en el fondo, me produce mucha pena. Siempre aparecen tiradas por cualquier lugar, pisadas por otros compradores. La costumbre de desprendernos de lo que ya no sirve.
Por eso las recojo. Me las meto en el bolsillo y, cuando llego a casa, las tiro en la papelera.