Eustiquio no tiene acompañante. Ni recibe visitas. El día de la operación, nadie esperaba a que saliese del quirófano.
Las enfermeras no se atreven a preguntarle por qué no tiene a nadie. Dicen que se trata de algo muy íntimo. Yo, sin embargo, creo que no lo hacen porque les da miedo. Miedo de saber que cualquiera podría terminar así.
Lo que han decidido es instalarlo en la habitación que queda enfrente del mostrador de la planta, para tenerlo vigilado ellas mismas.
Por eso, ya sea de día, ya sea de noche, la puerta de la ciento ocho está siempre abierta.