La disforia no venía recogida en el diccionario, por eso, para saber de ella, tuvimos antes que aprender lo que era la euforia.
Hace una semana recibí la documentación del proyecto de mail art del que ayer hablaba. Comprobar que mi propuesta encabezaba y remataba la imagen del proyecto, me llevó a pensar que quizá no me encuentre tan solo como tan a menudo he creído. Que puede que me explique mejor de lo que imagino. Que a lo mejor hay alguien, al menos uno, que sí me entiende.
Esto, creí, que era la euforia. Pero no. Esto no era.
Para darme cuenta, volví a las andadas. Empuñé una llama y prendí otro incendio.
Puede que ahora ni siquiera ese uno me entienda. Estoy hablando de lo que nos quema y nos limpia. Estoy hablando del fuego que nos calienta y que ilumina, una a una, cada estancia de nuestra casa.
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