La mayoría de los libros de autoayuda que he leído mantienen que la clave es dejar de preocuparse por los problemas y pasar a ocuparse de ellos. Lo que no suelen decir es que eso, a veces, no resulta tan fácil.
Veréis, los tubos fluorescentes contienen en su interior pequeñas cantidades de mercurio cuya emisión puede perjudicar al medio ambiente. Por esa razón, existe una normativa específica que regula la gestión de estos aparatos al llegar al final de su vida útil, mediante un sistema de devolución a sus distribuidores.
A la persona que, esta tarde, tiró ocho fluorescentes al contenedor del vidrio le debió ocurrir más o menos lo que a mí. Que no es que no quisiera sino que, más bien, no supo cómo hacerlo.