Cada vez que soy feliz, lo primero que hago es ser consciente de que lo estoy siendo. Por ejemplo, cada año, cuando ya muy entrada la primavera cambio la ropa de invierno por la de verano, me digo que ser feliz es mudar las cosas del armario. O cuando, en la frutería, me doy cuenta de que ha empezado la época de los nísperos, me digo que ser feliz es comer la fruta de temporada.
Yo creo que esto tiene una explicación y es que cada día me cuesta más trabajo. No me refiero a identificar esos momentos, sino a vivirlos. Y aunque no debería confesar estas cosas -para no destacarme demasiado- puede ser que no sea yo el único al que le pasen.
La última vez acaba de ser. Estaba partiendo aceitunas negras en rodajas para echárselas al taboulé cuando me he dicho que ser feliz es exactamente eso. Esperarte, mientras preparo la ensalada de cuscús para la cena.