El cuento de las puertas abiertas comienza cuando descubres que tú también eres
vulnerable.
Localizar,
al fin, el lugar exacto donde residen tu miedo y tu vergüenza. Comprender
que tu capacidad para sufrir no es otra cosa que tu capacidad para mirar, para
crear, para compartir. Tu capacidad para amar.
Abandonar,
entonces, la idea de querer ser otro. Renunciar a mejorar, a permanecer en el intento
constante. A no llegar. Dejar
de aceptarte para empezar simplemente a gustarte.
Y
salir ahí afuera. A bailar desnudo frente a los espejos.
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