La bandeja de poliespán llegó, pese a su fragilidad, entera.
Me imagino que hubo un cartero que, al verla, la salvó del aplastamiento de la saca de correos y la colocó encima del resto de paquetes y cartas.
Decidme si esto no es razón suficiente para seguir creyendo en el ser humano.
Porque, aunque nos hayan enseñado que, para sobrevivir, hay que ser fuertes, ocurre que, a veces, sólo mostrando nuestra fragilidad llegamos a conocer lo mejor de los que nos rodean.
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