En uno de los últimos viajes descubrí una papelería donde aún tenían sellos de caucho de los años ochenta. Auténticas joyas para mi industria poético visual y mailartística.
Intenté que la señora que atendía la tienda me hiciese una rebajita porque mire usted, si eso ya ni se usa. Pero lo que no me esperaba fue la respuesta de la señora. Me contó que ella los vende mucho. A los encargados de las discotecas. Que se los llevan para estamparlos en las manos de los clientes que salen. Que a ellos, me aseguró, les da igual lo que ponga en el sello.
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