Cada
vez que miro una vela, irremediablemente me acuerdo del día en que te fuiste.
No
había nada que pudiésemos hacer. Por eso, lo primero que hice fue llamar a mis
amigos para contarles que te habías ido. Después, lo único que se me ocurrió
fue encender una vela y sacarla a la ventana.
Por eso
evito encenderlas. Para impedir que las llamas conviertan en presente lo que sucedió o ya
ha pasado.
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