Nosotros somos el pueblo
que matará la humillación
y asesinará la miseria.
Somos la gente que va a destruir
los cimientos de la injusticia
¿no oyes sus gritos, sus alaridos?
Estos versos (no he logrado encontrar el poema íntegro), dirigidos al Rey de Baréin, llevaron a su autora, una universitaria bareiní de veinte años, a ser encarcelada, torturada y condenada a un año de cárcel por un Tribunal Militar de su país el pasado 12 de junio.
Hoy he leído con satisfacción que, tras múltiples presiones, entre la que destaca la importante campaña llevada a cabo a su favor por Amnistía Internacional, Ayat al-Qormezi ha sido finalmente liberada el pasado 14 de julio.
Pienso que, quizá, lo que realmente molestó al régimen de Baréin no fueran los versos en sí sino el atrevimiento de la autora de dirigir los versos al propio Rey. Y es que a veces la fuerza de un poema no radica en su contenido sino en su destinatario.
Ejemplos como el de Ayat al-Qormezi me confirman que yo, que muchas veces he dejado de publicar determinados textos por no herir la sensibilidad de las personas que se pudieran dar por aludidas, no solo sigo siendo un poeta en prácticas, sino que además soy un poeta cobarde.
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