Hoy le he dicho a la medico de urgencias que prefería no ponerme la inyección con el analgésico y el relajante muscular, por miedo a las agujas.
Esto era verdad, pero la razón última es que no me apetecía que las tres chicas de la enfermería me vieran el culo porque hoy, además, llevaba unos calzoncillos de esos abanderado blancos con las gomillas gastadas. Al final les he puesto el culo y me he acordado de mi madre y de las razones que a los de mi generación nos daban de pequeños para ciudar la elección de la ropa interior y que, casi siempre, tenían que ver con accidentes y con consultas médicas en la puerta de urgencias de algún hospital.
Luego en la farmacia, comprando el resto del tratamiento, se me ha caído el paraguas que había apoyado en el mostrador. Ni siquiera he intentado agacharme a por él. He mirado a una señora que esperaba su turno y le he explicado que me acababan de diagnosticar una lumbalgia y que si no le importaba recogermelo. La señora se ha agachado ágil a por el paraguas y con una esplendida sonrisa me ha comentado que claro que no le importaba, pero que la solución estaba en colgárselo del antebrazo para que así no se me volviera a caer.
Luego, la señora me ha confesado que tenía 78 años y entonces yo he pensado en que este episodio debería titularse "el mundo al revés" al estilo de aquélla canción que cantábamos de niños y que era algo así como que había una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos y que había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado.
El caso es que no he podido evitar acercarme a la señora, darle las gracias y plantarle un plan de besos. Ella se ha mostrado encantada y habrá pensado que yo era un pobre huérfano y que en realidad mis besos iban dirigidos a la madre que nunca tuve. Yo, por mi parte, no he querido desmentirle nada, porque también he pensado que quizá ella ha visto en mí al hijo que nunca tuvo o que habiéndolo tenido ya se olvidó de ella.
Pero mis besos no eran sino de agradecimiento. Por recoger el paraguas del suelo, por la sonrisa con que lo hizo y, sobre todo, por haberme dado la oportunidad de ponerme en el lugar de una persona de casi ochenta años, y experimentar cómo se debe sentir cada vez que una persona es amable con ella.
Qué buena experiencia. No se vive algo así todos los días -por desgracia-.
ResponderEliminarNo me suena ninguna canción de ningún lobo bueno, ya me la cantarás!! jeje
ResponderEliminarTú no hagas deporte no!! :P
Recuerda que tenemos que cambiar esto y ver mi casa. Cuando tu quieras (y te pongas bueno).
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