Algunas noches sueño que las ratas se meten en mi cama;
trepan por las patas y sin darme tiempo a reaccionar
se cuelan con facilidad entre el colchón y las sábanas.
Paralizado por el asco, siento cómo clavan sus dientes,
con rabia, destruyendo uno a uno todos mis órganos.
Sólo queda indemne una parte pequeña en el estómago,
allí donde se instalan las ganas irrefrenables de vomitar.
Ya por la mañana, si pese al deterioro consigo levantarme,
una desgana crónica se apodera de mí. Me miro en el espejo
y, sin grandes esperanzas, me pregunto si tendrá arreglo,
si volverá a funcionar, mi corazón mordido por las ratas.
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¡Osú hijo! Vaya tela con las ratas! Tienen peores síntomas que un día después de la tajá de tu vida, jejeje
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