Hace tiempo que Esther me contó que cada vez que descubría un paraíso, se lo contaba a sus amigos. Y me imagino que sus amigos, a su vez, se lo contarían a sus propios amigos. El caso es que cuando Esther volvía, el paraíso estaba tan lleno de gente que casi había dejado de serlo.
Algo parecido podría ocurrir con las Revistas Ensambladas. Pero no. Aunque cada vez somos más, quedan artistas que, inexplicablemente, pueden no participar en este tipo de proyectos.
La imagen es del número 106 de El Paraíso, lugar que habito desde hace algunos años.
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