domingo, 29 de junio de 2014

332. LOS RECUERDOS HERMOSOS SON FUGACES COMO LAS ARDILLAS.


La noche del pasado jueves escuché recitar Cavalo Morto a Juan Carlos Mestre, el poeta que se ata con cordones rojos los zapatos.

Pese a que fue, sin duda, un momento inolvidable, creo que siempre asociaré Cavalo Morto con ese poema que te leí una mañana en la cama recién despiertos. Estábamos cerca del mar, en un ático que nos habían prestado. El mérito consistió en coger La Casa Roja de la mesita, buscar el poema y sujetar el libro con las dos manos. Todo ello sin dejar de abrazarte. 

Una mañana en la que, también nosotros, escribíamos partituras para los timbres de las bicicletas.

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