En el cabecero de la cama del hotel hay una pegatina que prohíbe, en siete idiomas, tener, usar o hacer algo que no sé muy bien qué es.
Me acuerdo de esa máxima que decía que el que no sabe es como el que no ve y me doy cuenta de que a mí me está pasando justo lo contrario.
Luego me viene a la mente el párrafo primero del artículo sexto del Código Civil y empiezo a preocuparme; la ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento.
Esta noche me acostaré sin saber si he cometido una infracción. Una infracción que, en cualquier caso, sería menos grave que la que cometió el poeta (antivisual) autor de la pegatina.
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