Pero los bares abiertos toda la noche están demasiado acostumbrados a esos desechos humanos que beben café para entrar en calor antes de tirarse al río. En el cuero que recubre las mesas, la sangre nunca se seca del todo. Son mesas que invitan a redactar notas de despedida: "Adiós a todos. No puedo más".
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