Dejas sobre la mesa el libro que andas leyendo. Te levantas del sillón y vienes a verme, al sofá. Entonces yo hago lo propio y dejo el Canto a mi mismo, de Walt Whitman, al lado de tu novela sueca.
Me abrazas y, sin venir a cuento, me dices que te encantan los días así.
Yo, en cambio, prefiero callar. Aun sabiendo que eres tú, y no la lluvia, quien hace bonitos los días.
Yo, en cambio, prefiero callar. Aun sabiendo que eres tú, y no la lluvia, quien hace bonitos los días.
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