García Montero se pone las gafas y de forma pausada lee los poemas de su último libro. Algunos títulos no necesitan del poema nombrado; son, en sí mismos, obras de arte.
Joan Margarit se pone de pie y lee enérgicamente, acompañando al texto con su propio cuerpo. Despatarrándose, si es necesario.
García Montero intenta no defraudar al adolescente que fue, ese que se deslumbró por Lorca, Alberti, Machado. Los grandes poetas.
Joan Margarit recuerda que la poesía no es blanco ni negro. No es marcharse ni quedarse. Y que se mueve, más bien, en el terreno del matiz.
Yo los escucho atentamente, en silencio, mirando al suelo. Cómo el que oye una misa.
Joan Margarit se pone de pie y lee enérgicamente, acompañando al texto con su propio cuerpo. Despatarrándose, si es necesario.
García Montero intenta no defraudar al adolescente que fue, ese que se deslumbró por Lorca, Alberti, Machado. Los grandes poetas.
Joan Margarit recuerda que la poesía no es blanco ni negro. No es marcharse ni quedarse. Y que se mueve, más bien, en el terreno del matiz.
Yo los escucho atentamente, en silencio, mirando al suelo. Cómo el que oye una misa.
Me hubiera gustado estar ahí. Margarit es un buen rapsoda de su obra.
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