Ayer, el último día del plazo, envié mi poema número 55 a un concurso. Las bases establecían, entre otros requisitos, que las obras debían ser inéditas, por lo que he borrado el texto del blog. Al final he optado por no eliminar la entrada por completo, para no tener que renumerar el resto de poemas y, sobretodo, para no perder los comentarios.
Además, he creado una nueva etiqueta para estos casos: poemas deseditados.
No creo que conceptualmente sea posible deseditar un texto ya publicado, de la misma manera que los niños, una vez en el mundo, no pueden regresar al cuerpo de sus madres. Por lo pronto, el término no viene recogido en el diccionario, lo que lejos de preocuparme me llena de esperanza.
Y es que, si yo fuera uno de esos poetas capaz de inventar palabras, poco me importaría ya perder todos los concursos a los que presento mis poemas.
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