miércoles, 18 de agosto de 2010

73. MIENTRAS TANTO CÓGEME LA MANO.


Pocas veces empiezo y termino un libro en el mismo día. Eso sólo ocurre si el libro es muy corto o, aunque extenso, capaz de moverme algo por dentro.

Mientras leo en la cama, mi hermana en la cocina prepara dos tortillas de patata para la cena. Por la ventana veo a mi padre trastear, como muchas tardes, en la habitación donde guarda las cañas de pescar. Y del salón me llega la risa de mi sobrino, que aún no tiene un año y medio, y que aprende con mi madre a encajar las piezas de su puzzle de madera.

Cuando termino el último poema, el olor de la cebolla friéndose se ha extendido ya por toda la casa y es entonces cuando entiendo esa sensación del tiempo detenido a la que se refiere el poeta.

Hasta aceptar, con más o menos naturalidad, que pronto, también nosotros, habremos desaparecido.

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