martes, 2 de febrero de 2010

40. LA BUENA SUERTE DE LOS NÚMEROS CAPICÚAS (II).



Además de escribir, los poetas suelen trabajar hasta que pueden vivir de la poesía, lo que, en la mayoría de los casos, nunca llega a ocurrir.

Mi último viaje de negocios iba muy bien hasta que el camarero nos trajo la cuenta del café y, entonces, todo empezó a ir mejor. El tique del desayuno confirmaba que la primera de las reuniones se había desarrollado en la mesa número once.

La teoría de la buena suerte de los números capicúas, aunque funciona, no ha sido contrastada científicamente. Más que nada porque yo mismo la inventé el jueves pasado.

Ya en el hotel, cada habitación se distinguía del resto por llevar el nombre de un personaje ilustre de la ciudad. En la segunda planta, al fondo del pasillo, mi habitación tampoco tenía número, pero de haberlo tenido (...)

Bueno, ya sabes.

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